sábado, 8 de mayo de 2010
Honor undeserved A U. of Illinois. embarrassment (about Rafael Correa honored by U. of Illinois)
As an alum of the University of Illinois, I am ashamed of my alma mater. The recent admissions scandal hurt the university's reputation and hurt the value of each alum's degree in an extremely competitive work force. I would expect the university to enact reforms to its admissions process and work to restore its reputation in order to regain the trust of alumni, prospective students and the citizens of Illinois whose tax dollars help fund the university. Sign up for home delivery and get big savings >> Sadly, the university is doing the opposite. Recently, the university honored Rafael Correa, the head of state in Ecuador, with the 2009 International Alumni Award for Exceptional Achievement. It goes without saying that academia is rampant with liberal philosophy and bias when it comes to education, and that the U. of I. is not immune. However, the university's decision in this matter is very alarming. Let me explain why: Correa is a dictator who idolizes Venezuelan president Hugo Chavez. In fact, he has been quoted as saying he preferred "a thousand times" to be a friend of Fidel Castro and Chavez than be an ally of the United States. He has repeatedly operated above the law, ignoring the will of his people in order to write a new constitution by suppressing the voters with mob violence. Furthermore, Correa is destroying anything that resembles a free press in Ecuador. The Correa government has taken over four privately held television stations in the country and regularly intimidates and threatens the press when he doesn't agree with their coverage of his corrupt regime. And to top it all off, Correa is allied with FARC, designated as a terrorist organization by the U.S. State Department. FARC has been known to kidnap and kill Americans, the latest instance happening as recently as 2003. This group is also helping fund Correa and his dictatorial regime in elections. Yes, this is the man the university and its alumni association saw fit to honor earlier this month. When I called the association to find out why Correa was honored, I was hoping it would be ignorant of Correa's actions and views. Unfortunately I was wrong. I received a reply that "political viewpoint is not a factor for the recognition ... nor is the award a political endorsement." Yet the responder went on to say that Correa was recognized for "his implementation of economic and democratic reforms in Ecuador." The two are not mutually exclusive. The university cannot have it both ways. The Ecuadorian economy is hurting and the country's dictator who calls himself a "president" is running the government like a banana republic, all because of his political views. The university should be embarrassed for honoring Correa for his "reforms" and then hiding behind a pathetic excuse that it wasn't political in nature. The people of Illinois are smarter than that. They should hold the university to account and urge their representatives in Springfield to do the same. All of this raises the question: Who's next? North Korean dictator Kim Jong Il or Iranian President Mahmoud Ahmadinejad for an honorary degree from the U. of I.? The association also went on to say that Correa is "among a new generation of transformational leaders in Latin America who is working toward sustainable, equitable and democratic governance." Does the university's standard for "transformation" include transforming the free press into government-run media? I seem to remember learning about the value of free speech from U. of I. journalism professors quite often during my time in Champaign. Has that standard changed? When I pressed the alumni association about whose decision it was to honor Correa, I was told it was the chancellor's office. Has the university administration learned nothing from the admissions scandal? If there was ever a time when the university and its administration needed to preserve its reputation, it's now. Saying they made a mistake and rescinding their award to the Ecuadorian despot would go a long way toward doing so. Matt Lloyd, a 1996 graduate of the University of Illinois at Urbana-Champaign, lives in Cheltenham, Md.
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Universidad Illinois
¿En qué va a acabar el sainete ecuatoriano?
¿En qué va a acabar el sainete ecuatoriano?
09:32 am | 08 Jun 2008
Carlos Alberto Montaner analiza, en su columna de hoy en "El Nuevo Herald" la situación política de Ecuador y la caída en la popularidad del Presidente Correa. Para Montaner "va cuesta abajo".
Esta es su columna:
El presidente ecuatoriano Rafael Correa va cuesta abajo. Según la última investigación (Cedatos-Gallup), sólo el 41% apoyaría el extravagante texto constitucional que sus partidarios van forjando lentamente en el pueblo de Montecristi. Necesita el 50% para que se apruebe. Ha dicho que, si fracasa, abandonará la política. No ha aclarado si volverá a enseñar en la universidad, donde no dejó una huella memorable, o si se dedicará a cantar y tocar la guitarra, actividades que practica con más talento que Abdalá Bucaram, otro músico que pasó por el Palacio de Carondelet, al que derrocaron acusándolo de loco, poco después de que perpetrara un CD de rock and roll con la complicidad de un conjunto uruguayo llamado Los Iracundos. El CD era una prueba irrefutable de los cargos que le imputaron.
Parece que la constitución que están redactando los patricios ecuatorianos es un adefesio socialista cargado con la noble intención de hacer justicia social y lograr la felicidad espiritual y corporal de las personas, incluida la delicada región inguinal. Hace pocas fechas, una señora se empeñaba en consagrar los derechos de las mujeres, sin olvidar el de disfrutar de los placeres sexuales. Nunca supe si se aprobó su propuesta, pero a mí, francamente, me pareció razonable. Una de mis heroínas predilectas es Mary Wollstonecraft, quien planteó eso mismo en Inglaterra a fines del siglo XVIII. Alguna vez, hasta pensé en novelar su interesante vida. Toda dama frígida merece una pensión del Estado por su injustificado sufrimiento.
Pero hay más locuras, como explica, azorado, el analista Walter Spurrier. Uno de los aportes de las etnias indígenas al texto constitucional que se prepara consiste en que la economía se guíe por el principio del sumak kawsay, una ancestral filosofía del desarrollo que entiende que el "buen vivir" radica en la convivencia armoniosa con la naturaleza, lo que necesariamente excluye el progreso y el consumismo, dos depredadoras actitudes que destruyen el hábitat en el planeta. ¿Como sustentan esa dulce visión precolombina de la sociedad los ilustres legisladores ecuatorianos en nuestros días? Muy fácil: en el pensamiento de los filósofos radicales europeos Iván Illich y Serge Latouche. Lo revolucionario no es crecer, sino decrecer. Involucionar. Huir de la demencia occidental. Una tontería, por cierto, que hace ya muchas décadas también formuló Gandhi cuando defendió el regreso a la rueca y el abandono de la búsqueda del progreso como objetivos para la nación que se proponía fundar.
Pobres ecuatorianos. Ecuador es una nación preciosa, potencialmente riquísima, ocupada por una clase dirigente tenazmente empeñada en agravar los problemas que padece la sociedad. Si la nueva constitución ''social y solidaria" es aprobada, seguramente la promulgarán en el Congreso Nacional ante el enorme mural de Oswaldo Guayasamín, un exitoso pintor expresionista de filiación comunista que trató de exterminar al imperialismo yanqui acaparando todos los dólares que se ponían a su alcance. El mural se titula, precisamente, Historia de la constitución del Ecuador, y en él se denuncia, entre otros horrores, a la malvada CIA, culpable, por supuesto, de todos los males que aquejan al país.
Cuando el profesor Rafael Correa fue elegido presidente, dos de los argumentos que se esgrimieron a su favor fueron su buena formación universitaria y su condición de católico practicante. El señor Correa había hecho estudios postgraduados en la Universidad de Lovaina (Bélgica), una antigua y prestigiosa universidad católica, y luego había obtenido un doctorado en una institución norteamericana de Illinois. El señor Correa sabía de economía. Lo que nadie se preocupó en averiguar es cuáles eran sus ideas sobre la naturaleza humana, la libertad, la tolerancia, el pluralismo, la democracia, la historia, la justicia, o la dignidad del otro, sin percatarse de que los conocimientos, distorsionadamente integrados en una estructura de valores disparatada, administrados con una dosis enorme de arrogancia y falta de sensatez, pueden dar lugar a las conductas más perjudiciales.
¿En qué va a parar este nuevo sainete latinoamericano?
Obviamente, en otra frustración de la que no parece haber escape: si el presidente Correa tiene éxito y aprueban la constitución, ese texto será la partida de bautismo de un despropósito que empobrecerá sustancialmente a los ecuatorianos durante el tiempo que se dediquen a tratar de ponerla en práctica. Si no lo tiene y la rechazan, dentro de un par de años (o antes) saldrá de la presidencia sin pena ni gloria escoltado por la perplejidad y el desconcierto de sus compatriotas. Es lo que les ocurre a los pueblos cuando han perdido la brújula. Así está Ecuador desde hace años.
09:32 am | 08 Jun 2008
Carlos Alberto Montaner analiza, en su columna de hoy en "El Nuevo Herald" la situación política de Ecuador y la caída en la popularidad del Presidente Correa. Para Montaner "va cuesta abajo".
Esta es su columna:
El presidente ecuatoriano Rafael Correa va cuesta abajo. Según la última investigación (Cedatos-Gallup), sólo el 41% apoyaría el extravagante texto constitucional que sus partidarios van forjando lentamente en el pueblo de Montecristi. Necesita el 50% para que se apruebe. Ha dicho que, si fracasa, abandonará la política. No ha aclarado si volverá a enseñar en la universidad, donde no dejó una huella memorable, o si se dedicará a cantar y tocar la guitarra, actividades que practica con más talento que Abdalá Bucaram, otro músico que pasó por el Palacio de Carondelet, al que derrocaron acusándolo de loco, poco después de que perpetrara un CD de rock and roll con la complicidad de un conjunto uruguayo llamado Los Iracundos. El CD era una prueba irrefutable de los cargos que le imputaron.
Parece que la constitución que están redactando los patricios ecuatorianos es un adefesio socialista cargado con la noble intención de hacer justicia social y lograr la felicidad espiritual y corporal de las personas, incluida la delicada región inguinal. Hace pocas fechas, una señora se empeñaba en consagrar los derechos de las mujeres, sin olvidar el de disfrutar de los placeres sexuales. Nunca supe si se aprobó su propuesta, pero a mí, francamente, me pareció razonable. Una de mis heroínas predilectas es Mary Wollstonecraft, quien planteó eso mismo en Inglaterra a fines del siglo XVIII. Alguna vez, hasta pensé en novelar su interesante vida. Toda dama frígida merece una pensión del Estado por su injustificado sufrimiento.
Pero hay más locuras, como explica, azorado, el analista Walter Spurrier. Uno de los aportes de las etnias indígenas al texto constitucional que se prepara consiste en que la economía se guíe por el principio del sumak kawsay, una ancestral filosofía del desarrollo que entiende que el "buen vivir" radica en la convivencia armoniosa con la naturaleza, lo que necesariamente excluye el progreso y el consumismo, dos depredadoras actitudes que destruyen el hábitat en el planeta. ¿Como sustentan esa dulce visión precolombina de la sociedad los ilustres legisladores ecuatorianos en nuestros días? Muy fácil: en el pensamiento de los filósofos radicales europeos Iván Illich y Serge Latouche. Lo revolucionario no es crecer, sino decrecer. Involucionar. Huir de la demencia occidental. Una tontería, por cierto, que hace ya muchas décadas también formuló Gandhi cuando defendió el regreso a la rueca y el abandono de la búsqueda del progreso como objetivos para la nación que se proponía fundar.
Pobres ecuatorianos. Ecuador es una nación preciosa, potencialmente riquísima, ocupada por una clase dirigente tenazmente empeñada en agravar los problemas que padece la sociedad. Si la nueva constitución ''social y solidaria" es aprobada, seguramente la promulgarán en el Congreso Nacional ante el enorme mural de Oswaldo Guayasamín, un exitoso pintor expresionista de filiación comunista que trató de exterminar al imperialismo yanqui acaparando todos los dólares que se ponían a su alcance. El mural se titula, precisamente, Historia de la constitución del Ecuador, y en él se denuncia, entre otros horrores, a la malvada CIA, culpable, por supuesto, de todos los males que aquejan al país.
Cuando el profesor Rafael Correa fue elegido presidente, dos de los argumentos que se esgrimieron a su favor fueron su buena formación universitaria y su condición de católico practicante. El señor Correa había hecho estudios postgraduados en la Universidad de Lovaina (Bélgica), una antigua y prestigiosa universidad católica, y luego había obtenido un doctorado en una institución norteamericana de Illinois. El señor Correa sabía de economía. Lo que nadie se preocupó en averiguar es cuáles eran sus ideas sobre la naturaleza humana, la libertad, la tolerancia, el pluralismo, la democracia, la historia, la justicia, o la dignidad del otro, sin percatarse de que los conocimientos, distorsionadamente integrados en una estructura de valores disparatada, administrados con una dosis enorme de arrogancia y falta de sensatez, pueden dar lugar a las conductas más perjudiciales.
¿En qué va a parar este nuevo sainete latinoamericano?
Obviamente, en otra frustración de la que no parece haber escape: si el presidente Correa tiene éxito y aprueban la constitución, ese texto será la partida de bautismo de un despropósito que empobrecerá sustancialmente a los ecuatorianos durante el tiempo que se dediquen a tratar de ponerla en práctica. Si no lo tiene y la rechazan, dentro de un par de años (o antes) saldrá de la presidencia sin pena ni gloria escoltado por la perplejidad y el desconcierto de sus compatriotas. Es lo que les ocurre a los pueblos cuando han perdido la brújula. Así está Ecuador desde hace años.
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