viernes, 9 de abril de 2010

Paralelismo entre la situación de Zelaya y Gutierrez

Honduras, el burro y las orejas

Publicado el 03/Diciembre/2009 | 00:08

Por Carlos Jijón


¿Qué habría ocurrido si, después del derrocamiento de Lucio Gutiérrez, el mundo hubiera mantenido la misma actitud que hoy el Ecuador sostiene respecto a Honduras? Esto es, la de no reconocer al Gobierno que se eligió en el proceso electoral posterior al golpe y exigir la restitución en el poder del Gobierno derrocado. Pues resultaría que la comunidad internacional no debería haber reconocido la legitimidad de la elección que dio el triunfo a Rafael Correa y que debería restituirse en el poder al coronel Gutiérrez. Así de absurdo.

Así de incoherente resulta la posición del Gobierno, expresada a comienzos de esta semana en Estoril por el canciller Fander Falcón durante la XIX Cumbre Iberoamericana realizada en Portugal.

¿Fue Alfredo Palacio un presidente constitucional o un presidente de facto? ¿Fue Rafael Correa ministro de Economía de un Gobierno de facto? Los hechos, ya históricos, son que una mayoría de diputados declaró destituido al presidente legítimo sin seguir el procedimiento prescrito en la Constitución. Y que, horas después, el alto mando militar "invitó" a Gutiérrez a abandonar el Palacio de Gobierno en un helicóptero militar hasta que el dictócrata, como él mismo se definió, pudo asilarse en la sede de la Embajada del Brasil.

No recuerdo cuántas horas después, o si fueron días, cuando Correa asumió el Ministerio de Economía. Pero sí me acuerdo los argumentos que un grupo de periodistas exhibimos ante una comisión de la Organización de Estados Americanos que llegó al país preocupada por la situación de la democracia. La Constitución fue rota, alegamos, por el mismo presidente Gutiérrez cuando conspiró con la mayoría parlamentaria para destituir a la Corte Suprema y poner otra, adicta al Régimen, en su lugar. Un Régimen no puede, creo yo, romper la Constitución y, acto seguido, invocarla en su favor.

Los hechos, también ya históricos, en Honduras, fueron que el presidente Manuel Zelaya convocó a una consulta popular, que él llamó encuesta, con el objeto de reformar la Constitución para poder reelegirse, con el apoyo del presidente de Venezuela, y pese a la opinión en contra del Congreso, la Corte Constitucional y la Corte Electoral de su país. El Congreso de Honduras lo destituyó y los militares lo expulsaron del país. Todo ello, poco antes de que terminar el período presidencial para el que Zelaya fue elegido. Pues bien, el domingo de la semana pasada, en unos comicios realizados en la misma fecha para el que estaban fijados, Porfirio Lobo, un opositor tanto del presidente depuesto como del presidente de facto, ha sido elegido nuevo mandatario de Honduras. Y yo sostengo que es tan legítimo como la primera vez que fue elegido Rafael Correa, por la simple razón de que el proceso es casi idéntico. Que los que derrocaron a Gutiérrez eran golpistas buenos y los que echaron del poder a Zelaya son neoliberales malos resulta un argumento tan infantil como maniqueo. Escuchar al Ecuador exigir la restitución de Zelaya, es como si el burro hablara de orejas.

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